Como parte del rescate de la tradición oral antioqueña acerca de los mitos, historias y relatos, con el fin de consolidar y fortalcer de nuestra identidad, presentamos el siguiente relato:
El lugar como conocido como el
Patio de Las Brujas, queda ubicado en el Alto del Silencio, el cual hace parte
de la reserva natural el Alto del Romeral
(Corregimiento de San Antonio de Prado – Medellín); se dice que en este
sitio llegan las brujas después de sus largos vuelos y que también habitan
duendes y espíritus oscuros.
La zona tiene una característica
muy especial pues no se siente ruido alguno, ni de animal ni de insectos, lo
cual lo hace ser un sitio bastante mágico; a continuación se relata la aventura
de cuatro jóvenes que decidieron subir hasta el Patio de las Brujas por allá en
el año de 1992.
Salimos del Parque de San Antonio
de Prado a eso de las 7:00 a.m., una vez habíamos terminado de comprar algo de
mercado, y nos dirigimos hacia una quebrada que se encuentra cerca al Manicomio
de Prado, lo que actualmente es el Colegio San José Obrero, en donde debíamos
comenzar el ascenso bordeándola; después de una hora aproximadamente de camino nos
encontramos con un viacrucis, lo que para nosotros era bastante extraño, pues
las condiciones del terreno eran difíciles como para hacer ese tipo de
actividades, pues en la medida que avanzábamos se debía escalar cascadas cada
vez más altas; después de cierto tiempo divisamos lo que al parecer era un
atril con una biblia abierta, tal parece que ahí terminaba el viacrucis…pero
nos preguntábamos ¿qué hace una biblia en medio de la nada y en intactas
condiciones?...con esta inquietud seguimos ascendiendo hasta que las
condiciones nos llevaron a salirnos de la quebrada tomar otra ruta alterna,
pero siempre siguiendo la quebrada que ya se hacía muy encañonada.
A medida que ascendíamos el
rastrojo se ponía más espeso; al mirar al cielo las nubes pasaban a poca altura
de nosotros, y el ambiente se tornaba oscuro; con el tiempo el hambre nos
embargó y decidimos hacer el almuerzo al lado de un pequeño nacimiento que
discurría hacia la quebrada; sacamos todos los implementos necesarios, ollas,
platos, cuchillos, etc., mientras se cocinaba el almuerzo decidimos echar un
vistazo al espacio que nos encontrábamos, pues el silencio que hacía en aquel
terreno era bastante tenebroso; al regreso nos disponíamos a servir cuando nos
dimos cuenta que cucharas, platos y cuchillos habían desaparecido, por lo cual
entramos en zozobra al pensar que alguien nos había robado, por lo cual
decidimos investigar, pero al cabo de un rato no vimos a nadie y nos tocó
servir el almuerzo en las cascaras de varios aguacates que habíamos comprado y
utilizar como cubiertos palos pequeños
palos que encontramos cerca.
Al estar un poco en zozobra con
los acontecimientos y mezclados con lo tenebroso del lugar decidimos descender,
por lo cual debíamos de retomar el lecho de la quebrada que se encontraba en un
cañón bastante espeso, después de caminar aproximadamente 20 minutos nos dimos
cuenta que de nuevo nos encontrábamos en el mismo lugar y esto nos ocurrió en
cuatro veces, por lo cual es desespero mezclado con el miedo no hizo cambiar la
ruta que debíamos hacer, tomando la decisión de subir más arriba, esto nos
llevó aproximadamente 1 hora y media de camino hasta que llegamos a una zona
despejada adornada con una peña de color negro; en este sitio decidimos
descansar un poco, pues al mirar la hora nos dimos cuenta que ya se acercaba la
noche y aun no descendíamos; mirábamos hacia el horizonte tratando de mirar
cual será la mejor ruta de descenso, mientras meditábamos en eso, uno de
nosotros dijo que en la lejanía se veía un perro negro subiendo hacia nosotros,
pero lo que le parecía extraño a nuestro amigo es que el perro conforme subía se
hacía más grande, demasiado grande teniendo en cuenta que de pronto fuera un
engaño de la vista por la perspectiva; nos quedamos mirando al susodicho perro
hasta que este comenzó a dar unos brincos demasiado extraños para nosotros,
pues ya no parecía perro sino canguro…y de canguro paso a figura casi humana lo
que automáticamente nos hizo correr falda abajo como pudiéramos, saltando
alambrados, cayéndonos, raspándonos y hasta gritando; una vez nos pasó el susto
y al mirar atrás para verificar que la criatura-perro-canguro no nos seguía,
pudimos calmarnos y verificar en que parte estábamos, con un poco de paciencia
volvimos a divisar el Manicomio de Prado, el cual se encontraba bastante lejos
de nosotros. Llegamos a las inmediaciones del manicomio y para nuestra sorpresa
los internos estaban haciendo un escándalo tremendo, se escuchaban gritos y
aullidos, como si algo afuera los perturbara sobre manera; esa fue nuestra
primera y última visita a El Patio de las Brujas.
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