Misión

El Concilio de la Montaña pretende ser una comunidad nacionalista que propicie enseñanzas en el ámbito de la biopolítica, el rescate de las tradiciones locales, nacionales e internacionales, tanto en historia, música y cultura, que se encuentran vinculadas con el legado sanguíneo que pueblos remotos nos han transferido junto a los valores éticos y morales desde la perspectiva nacionalista.

De otro lado se harán alianzas con otras iniciativas similares a nivel nacional e internacional, con el fin de dar a conocerlas en nuestra región, para impulsar ese llamado interior que sentimos muchos de nosotros y que orientará a los pueblos anestesiados por la incultura y la desinformación.

lunes, 4 de febrero de 2013

RAICES DE LA RAZA



Para cantarte, Antioquia, subiré por mi sangre
Todos los afluentes callados del recuerdo
Y saltaré a las barbas brumosas del abuelo
Desde los ojos altos de cielo de mi madre.
Recogeré mi infancia, la que jugó en tus calles
Con cuatrocientos años de historia y de silencio,
Y escucharé que un río de escudos y abolengos
Golpea en mis palabras tambores sobre el aire.
Con labios de nostalgia diré nombres frutales
Para que se despierte la rosa de tus vientos,
Y sentiré en el árbol calcáreo de mis huesos
Un escuadrón de trinos custodiando el paisaje.
La humilde clavellina y el rojo “bienmesabe”,
Las ceibas centenarias y el casto limonero,
Me contarán la savia que rueda por tu suelo
Desde que tú eras hija de cédulas reales.
Subiré a la “Glorieta”, y al contemplar la tarde
-Romántica manola de antiguos aderezos-
Evocaré la historia del Mariscal Robledo,
Con sus largos mostachos uniendo dos ciudades.
Con familiar confianza, pasaré los portales
De tus viejas casonas donde se asusta el viento,
Y buscaré leyendas de “espantos” y de “entierros”,
De “espíritus que penan” y sombras de aquelarre.
En actas empolvadas y archivos coloniales
Veré los blancos dientes de los esclavos negros,
Cuando una firma noble les hizo otra vez dueños
De sus propias nostalgias y de su propia sangre.
Y cuando la campana desgrane sobre el aire
Su elevada mazorca de trinos y de rezos,
Tomando de la mano mi ancestro y mis recuerdos
Entraré a las iglesias que me enseñó mi padre:
La Catedral austera, incensario donde arden
Las cenizas primeras del primigenio templo.
Allí está “La Conchita”, un milagro pequeño
Y azul como el antiguo “Cantar de los Cantares”.
Santa Bárbara, anciana pastora del paisaje.         
Iglesia donde tiene pátina el “Padrenuestro”.
Frente a su “Inmaculada” pasa en sordina el cielo.
Mientras “La Aurora” llena de amanecer sus naves.
Anclada en la plazuela de trazos virreinales
“La Chinca” es un navío con proa a los luceros.
Al verla, se diría que hasta los campaneros
Junto al grito de bronce parecen capitanes.            
Mi Padre Jesús, cofre de añejas humildades
Lleno de cal por fuera y de perdón por dentro.
Iglesita pequeña que custodia el sendero
“vencedor del orgullo y de las vanidades”.
San Pedro Claver, alta como el nido del aire.
Solitario vigía. Remanso del incienso.                   
Huella de la sandalia de quien amó a los negros
Y por último, entremos a la iglesia del Carmen.
“La Vieja” está esperando. Hoy como en el pretérito,
Tengamos para ella alma de “cosecheros”
Y el corazón sencillo como un trino en la tarde.
En todas las iglesias, los pinceles geniales
Dejaron estos lienzos, todos de gracia plenos.
Son de la “PURA Y LIMPIA” madre del Nazareno         
Ante quien se arrodillan los puntos cardinales.
Jorge Robledo Ortíz

No hay comentarios:

Publicar un comentario